miércoles, 22 de junio de 2016

La gira de despedida


Fue en mayo, primavera, buen momento, cuando se hacen los planes. Si sois aficionados a la música popular, al rock, pensad en esos grandes grupos que pasado el cénit de su carrera se resisten a retirarse pero un día... Lo que sus seguidores temían, lo que no querían admitir aunque fuera ya un hecho: se anuncia el final. Sólo que el final de un grupo así, que ya ha adquirido la categoría de mito (de acuerdo, sólo entre sus seguidores incondicionales, pero para ellos es cierto) no puede ser abrupto, no puede ser repentino. Se prepara entonces la salida apropiada, la gira de despedida.

Yo siempre preferí que la gente supiera retirarse a tiempo en cualquier actividad, que hiciera cosas buenas aunque pocas y que cambiase si podía o se hiciese a un lado, discretamente, que dejara espacio a los demás. Eso me vale en el arte y en la artesanía, en el trabajo o en la actividad social, en la política o en la vida privada de cada uno. No obstante es poco frecuente. La gente se aferrra a esa fórmula que una vez les salió bien y no quieren ver cómo se ha degradado, cómo ha dejado de funcionar. 

Retomo el símil de la gira musical. Podéis pensar en muchos grupos que se arrastran por los escenarios, que deberían haberse ido ya, dejar el buen recuerdo pasado, pero no son capaces. Podéis pensar en últimas giras anunciadas que nunca terminan, que se alargan más y más, buscando excusas para no poner el punto final. 


Y así bajo por fin de esas vaguedades a la anécdota que me ocupa, a la que dedico estas líneas. Miro a los inicios de este paso de la afición a su relato, a cuando unos cuantos asturianos (bueno, y un gallego que siempre fue de la familia) empezamos a publicar nuestras escapadas, nuestras celebraciones en torno a la comida y al vino, y empezamos a compartirlas, a meternos unos en la casa digital de los otros, a opinar sobre todo lo habido y por haber como si supiéramos mucho de ello -qué poco sabíamos de aquella, en realidad-, cuando lo único que había que saber era lo que quedaba al final: lo que nos gustaba y lo que no. Y bien, entonces nos gustaba comentar en público todo esto.

De aquel tiempo queda el buen trato entre nosotros, unos cuantos encuentros, cada vez más espaciados y con menos participantes, bastantes experiencias que precisamente por no ser útiles en sentido estricto las considero mejores, por no ser necesarias, por afectar sólo al puro hedonismo. Queda eso, que es mucho, pero no queda más. No queda porque era (y es) un aspecto muy limitado de la vida de una persona, porque el resto nos lleva por caminos diferentes. Y de su relato no queda más porque estos foros digitales tienen su propia evolución y el formato es cada vez más pequeño y menos dialogante. 

Por lo anterior y porque fuimos hijos de un momento y una moda, de lo mejor que pudo hacer la alta cocina en esos años, años de supuesta abundancia.  Seamos sinceros, nos gustaba esa cocina, alta, nueva y de moda, de listas, estrellas, premios y puntuaciones. Como para cualquiera con una afición, el día a día es modesto y está hecho de cosas habituales, tradicionales y dadas por supuestas, pero quién no aspira a tocar el cielo en lo suyo. Y como nos hicieron creer que había mucho dinero y pusieron de moda las mesas selectas llenas de menús largos y reducidos a esencia y concepto, tuvimos devoción por ellos, hicimos vigilias previas a la fiesta, largos peregrinajes en busca del gran sitio. Y los profesionales hicieron lo propio, se formaron mejor o peor, crearon -quien era capaz- o imitaron con más o menos fortuna el modelo del momento, generaron alegrías en los comedores y cobraron en consecuencia, todos conformes compartiendo el éxtasis.

Y de repente un día se acabó. No fue de repente, en realidad, pero tardamos en salir de la ensoñación y nos dimos cuenta de golpe, aunque ya llevábamos un tiempo caídos del caballo. Igual que nos habían dicho que había dinero nos dijeron que ya no lo había, que habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades y que la fiesta había terminado. Todos estos movimientos "decretados" tienen mucho de falso para la mayoría, pero eso es otro tema que no pienso tocar aquí. En fin, de golpe se juntaron los elementos de una tormenta perfecta, desapareció el dinero -mucho- que sostenía todo aquel escenario, se nos contagió el pesimismo, nos preguntamos si aquello tenía sentido y nos replegamos.

Lo demás ya no tiene mucho misterio. Varios profesionales tuvieron que cerrar o cambiar la fórmula porque no vendían bastante, porque las cuentas no salían. Los trabajadores más cualificados se fueron quedando por el camino o buscaron otros lugares para poder seguir. Los aficionados lo tenían fácil, sólo había que volver a lo de siempre, a lo básico, a lo del día a día. En Asturias en concreto se acababan los tiempos de la NUCA, de la expansión de estrellas Michelin y de los epígonos más brillantes de aquella, y salpicaba de paso a las generaciones anteriores, de establecimientos consolidados antes de la moda y las etiquetas. Cada uno sobrevivió como pudo o cerró. La nueva cocina está muerta, aunque quizá no lo sabe. La nueva cocina de esa coyuntura concreta, porque la cocina se renueva cada cierto tiempo de manera más o menos discreta, pero sólo la de esa Edad de Oro aquí en España lució con orgullo y conscientemente ese título para definir al movimiento. Cuántos y cómo puedan continuar nos lo dirá el tiempo. 

Y mientras tanto, ¿qué fue de nosotros? ¿nos llevó por delante ese mismo vendaval? No, a nosotros nos llevó por delante lo que a todo el mundo, la vida. La vida, eso de lo que moriremos todos según se nos gaste, y que sea de la manera más feliz posible. 


Se inicia la gira


Dos del viejo grupo se ven un día, les apetece probar lo nuevo de uno de nuestros sitios emblemáticos y allá vamos. Convocatoria en marcha, se suman los que pueden (pocos) y nos vemos. Primero, las ausencias. Diversos compromisos dejan fuera a unos cuantos pero ya nos faltan ganas y agilidad para organizar otra fecha, nos la jugamos a una carta y todos aceptamos, los que podemos ir y los que se quedan fuera. Es la hora de dar nombres para que se reconozcan y para que los reconozcan los que queden por ahí de los antiguos lectores y participantes de las tertulias. Empiezan a caerse a pares parte de los convocados (Lolo y Marta, los Fartones, Manu y Eugenia, los Guajes). El trabajo no respeta días de ocio y deja fuera a Toni y a Candasu y Bea "Chocolatea". Me doy cuenta de que hasta los apodos se han quedado viejos. El trabajo tampoco se casa con las necesidades o aficiones y deja fuera a Sibaritastur. Al final nos vemos en la mesa nuestro hermano del fin del mundo, Louzán, el Diletante, responsable en buena medida del nacimiento de todo esto, un apurado Tony al que tampoco el trabajo respetará la sobremesa (con un sobrino al que quiere iniciar en esto, el único al que todavía le queda todo por delante, por decidir y por hacer), Piki "Compangu" y el que suscribe. Cinco de toda la vieja banda más un familiar. Ninguna queja del encuentro, buena comida y buen diálogo entre nosotros pero los temas... El que no estaba soltando parte de sus negocios para que no le "comieran" la vida pretendía llevarlos a otro sector y a otra parte; el que no tenía ya fecha para irse a la otra punta de la península echaba currículum para cambiar de empresa. Vamos, que será difícil repetir este encuentro en pocos años.

Final. Volvemos a ver a saltos a quien no pudo quedarse a la comida y vamos a la cita con los que no pudieron venir hasta ahora, mientras otros corren ya a atender obligaciones que les reclaman. Sensación agridulce. 

Creo que ahora se justifica la comparación, esta es nuestra gira de despedida, donde se prometían conciertos únicos y no se sabe lo que saldrá, donde se anunciaba la reunión de todos los miembros y faltan muchos, donde cada cual tiene ya demasiadas derivas personales o un proyecto de carrera en solitario. Esa gira que se sabe cuándo empieza pero no cuándo termina. Esa gira que se anuncia como definitiva y nadie se atreve a asegurar que lo sea. 

En todo caso no somos los mismos ni los escenarios se parecen ya a los del comienzo. Seré seguramente yo, por edad, el primero en cambiar, en caerme del cartel, pero para entonces que nos quiten lo "bailao", habrán quedado temas y actuaciones memorables. El tiempo pasa y pesa pero la vida se hace de cosas así. No negaremos que hemos disfrutado de ellas.


P.S. Todas las fotos, incluida la delatora del final, la que viene a continuación, el set list de ese concierto, corresponden a la comida de ese día, del que me dio la idea para escribir esto. Como señalé la comida salió muy bien, no hay relación entre la misma y el tono pesimista de estas líneas. Pero con algo tenía que ilustrarlas, así que... 


8 comentarios:

  1. Iba a escribir algo por otro medio, pero qué cojones, unas palabras como estas merecen que vuelva a utilizar ese nick con el que me di a conocer en estas lides:

    Hay que quedarse con lo bueno, siempre, y yo no puedo más que agradecer todo lo que me enseñasteis, todo lo que aprendí con vosotros, pero sobre todo lo bien que lo pasé.

    Ahora son tiempos oscuros, tristes. Vendrán mejores... o eso espero. Pero siempre nos quedará el regusto de los recuerdos, aunque al final sean tan agridulces como esa frase: "Me doy cuenta de que hasta los apodos se han quedado viejos"

    Y recordad: NOS VEMOS EN LOS BARES.

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  2. Efectivamente, la vida . En mi caso , con el primer fío reduje en dos tercios mi producción. Al segundo, dejé el blog y casi de salir. La crisis, y las circuntancias personales, sin duda no han ayudado a mantener la afición de este vicio nuestro. Sin embargo, mi pasión por esto del comer y del beber es genuina, y espero que una vez se calmen las aguas , pueda retomarla con mayor intensidad, sin menoscabo de la templanza con que la madurez la forje . Yo me alegro de lo andadado, del chuletón petit four, de las comida de 30 platos seguidas poer cenas con 15. De las cenas de 40 .De las peregrinaciones en pos de las volutas del humo de cedro en el último rodaballo, de los viajes a Santander. La Nueva Cocina se nos hizo vieja , se nos convirtió en decorado, pero antes apuramos el último sorbo de autenticidad, aunque a veces estuviera más en nuestros corazones que en el plato. Fuimos unos unos ilusos utópicos, y yo estoy orgulloso de haberlo sido. ....Y me alegro de habernos encontrado con el camino, aunque seamos dispares fuera de este común denominador que nos une. Sin duda, habría sido más más corto y más insípido sin vosotros.

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    1. Es la melancólica verdad. Comparto esas últimas frases por completo: un alto porcentaje de ilusión del que no nos arrepentimos, del que estamos orgullosos. Le hemos puesto sabor :-)

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  3. Manu:
    Yo también me alegro de haberos encontrado en el camino, y de haber recorrido un trecho (tanto física cómo compartiendo experiencias por las redes) juntos.
    Seguramente nos volveremos a encontrar de algún modo.
    De todas formas, si hay que cerrar una etapa, nadie mejor que Jorge para apagar la luz y cerrar la puerta, tal y como ha hecho con este post.

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