sábado, 5 de enero de 2013

Madrid, museos, mesas y barras.

La última visita a Madrid había coincidido con un valle en la programación de exposiciones, así que la posibilidad de ver dos que me interesaban, Gauguin y María Blanchard, era una buena excusa para volver. 

Para quien también sienta curiosidad por esta faceta diré que la de Gauguin sigue la línea habitual del Thyssen: mucha gente, lo que hace incómoda la visita, pero una buena selección de obra y buena presentación. Oportunidad -que todavía dura- de ver obras suyas al lado de coetáneos que compartieron inquietudes e influencias. En cuanto a la de María Blanchard, en el Reina Sofía, sólo se puede objetar su mala señalización (la acabamos viendo al revés, de final a principio). Si se salva ese obstáculo también se puede ver, con más calma, una selección que ilustra bien la trayectoria tortuosa de esa artista.

Ya, prometo no extenderme más aquí, que lo que esperáis es otra cosa. Sólo había un plan "de mesa" serio, lo demás lo dejamos para la improvisación y lo informal, así que hablaré más de barras, de vinos por copas y de tapas que de mantel y cubiertos. Hablaré de Arzábal, del local nuevo, pequeño como el otro, aunque si lo aprovechas sin mucho público es agradable para eso, para tomarte un vino y charlar. No comimos nada allí en esta ocasión. Hablaré del confuso recorrido -opciones de mi anfitriona- buscando un bar que se había ido al final al local del antiguo Laredo, de cómo en su lugar estaba ahora la Taberna Marcano y de que el Laredo está también en local nuevo pero muy cerca, así que fue un continuo ir y venir, comprobar esquinas y saltar de barra en barra. Llamativo ese Marcano, diminuto pero con oferta atractiva y ganas de agradar. Y aunque pueda ser el de más fuste de los citados, el de más empaque, hubo un lunar en Laredo. No, no es de recibo que en un sitio así al pedir un vino te pregunten lo de "¿Rioja o Ribera?" ni que cuando te quejes de temperatura algo alta te contesten que es la apropiada, "del tiempo".

Vamos con el más formal Álbora. Con bastante ajetreo alrededor nos sentamos y disfrutamos de champán y algunas tapas bien resueltas. Hubo un problema de temperatura con un plato, por sacarlo demasiado pronto, y no tardó nada Jorge Dávila en resolverlo, para rematar en la sala el trabajo bien hecho. Me gustó. No os puedo detallar lo que tomamos porque ya no lo recuerdo con exactitud, pero sí la satisfacción con que salimos de allí. Lo anoto como sitio al que hay que seguir la pista y donde hay que probar con más profundidad la carta.

Previa parada en Viavélez, conversación y vino, la mesa formal esta vez sería la de Sacha. No conocía el sitio y lo primero que me sorprendió -y no para bien- fue la sala, apretada, oscura, poco cómoda. De hecho, no tengo fotos de nada porque resultaba difícil hacerlas con cierta discreción y no me gusta convertir una comida en la realización de un documental. El personal es adusto pero profesional, eficaz. La carta de vinos no da para mucho, la verdad, y también pude comprobar algo que últimamente me molesta bastante, tanto si lo sufro como si lo disfruto, que puede ser: mesas A y B, privilegiadas con cosas que no vienen en la carta y atención especial frente a las de los demás. Y dicho todo lo que no me gustó vamos con lo que nos gustó, comida y vino. Aposté por Alonso del Yerro 2008, con dudas (R. del Duero no es mi preferencia) pero con el buen recuerdo de un 2006, y nos convenció. Había carga de fruta y frescura que resistían al corsé de la madera, resultó versátil. Aparte de un paté cortesía de la casa, que era fino y sabroso, tomamos berberechos, puro golpe de mar concentrado; falsa lasaña de erizos, cuya presentación no es la más cómoda pero que compensaba de sobra por su intensidad de sabor yodado; una ventresca de bonito singularmente buena, por consistencia y sabor, por la suavidad de su grasa; y una pluma ibérica también satisfactoria, la pieza y su tratamiento. Tarta de manzana y un postre de chocolate también buenos, en especial, el chocolate. El precio es alto en sí aunque suave para Madrid. Luces y sombras al final, el sábado tenía que seguir.

Domingo. Después de un paseo por lo más íntimo de Madrid, parada en bares con solera y reflexiones sobre el pasado, después de una sesión vermut extendida, de un aperitivo que no se terminaba, unas cuantas calles confundidas más tarde nos sentamos en Taberneros. Otro día, otra comida, esta, sin premeditación, atraídos por el vino y por lo que decían por ahí personas de cuyo criterio nos fiamos. Me gusta la inquietud de su carta de vinos "colegiada", con equipo de selección de varios establecimientos distintos. Y me llamó la atención esa hoja anexa con el fondo de bodega, con las botellas más raras que se dejan aparte para los apasionados. Convencí a mi acompañante para que probara este argentino Alfa Crux de 2004 y el resultado fue satisfactorio, nos gustó dentro de un perfil que no es ahora el más habitual para mí. Alcohol presente, taninos firmes,
madera marcada pero todo ello integrado y elegante, con buen paso de boca, persistencia y mucho peso; un vino serio. El sitio como tal lo podemos llamar bistrot, por tamaño y pretensiones de la cocina. Eso, por poner alguna etiqueta. En cualquier caso la carta tenía ofertas sugerentes, apetecibles, y escogimos unas croquetas, bastante grandes y sabrosas, buena masa y buena fritura; una ensalada de alcachofas, que estaban en plena temporada; un guiso de morcillo, contundente y que se entendió especialmente bien con el vino, y codorniz escabechada. Todos fueron platos reconfortantes, con ese punto doméstico, familiar, que te hace sentir bien, que te entona. Buena conversación antes y durante esa comida, que propició el clima adecuado, que
sin tenerlo previsto resultó ser de lo mejor, dejó el sabor de boca idóneo para unos días muy gratos. Un postre de chocolate bastante convincente y una tarta de queso que merece la misma consideración sobre lo casero y el bienestar remataron el menú. El precio, además, si exluimos el vino, es muy ajustado. Sin duda es un sitio que tendré en cuenta más veces.

El lunes lo dediqué a otra afición, al callejeo, a errar sin rumbo fijo, a compras que aún estoy disfrutando ahora (turrones en Mira y El Riojano, bombones y crema de cacao en Cacao Sampaka...), a aprovechar con ganas las últimas horas. Acabó bien lo que bien empezó. Acabó bien el viaje que había empezado con el III aniversario de La Tintorería, ese del que os había hablado en mi blog recién "fallecido"; acabó bien el día que empezó con chocolate y churros en la chocolatería San Ginés, un refugio para amantes del chocolate como yo, un local con encanto, digno también de fotografía, pero estaba demasiado ocupado en conseguir que mis churros se fueran empapando en la justa medida, para dejarme sólo las últimas cucharadas en la taza y sin perder la temperatura, que es lo suyo, así que os dejo como dulce remate la foto de uno de los postres citados antes; el chocolate lo tendréis que imaginar. O ir allí a probarlo, claro.

12 comentarios:

  1. Feliz año Jorge!!

    Ya lo comenté en el blog de los dile, pero te lo pongo aquí porque me pasó lo mismo con el maldito ipad. Me permitía escribir pero a la hora de "comentar como" se bloqueaba.

    Te decía que ánimo y no decaigas con el blog porque por lo menos para mí es un momento del día ( sobre las 22;00 horas) que disfruto un montón. Daninland nos dejó (aunque aparezca por aquí) y Lolo parece que arranca pero no se decide (saludos a los dos).

    En relación con el post, a finales de noviembre estuve en la capi y me pasé por el fogón de trifon, Laredo Castela y Arzábal (en los dos). Todos la msima tarde/noche y en ese orden. El fogón muy bien, Laredo lleno y no me prestó en absoluto, vinos por copas normalitos y el picoteo que tomamos ya ni me acuerdo o sea que prescindible. La castela me hizo gracia, tomamos un penta 4 que estaba bien rico y unas volandeiras que estaban de mojar pan sin parar y para mí lo que fue un descubrimiento fue Arzábal: sauternes, tokaji y Manzanillas por copas, yo eso nunca lo había visto. Aqui nos zampamos unas tablas de quesos muy dignas y algo más que ni me acuerdo. Ya en el local nuevo nos tomamos unos pelotazos bien preparados y a medida que pasaba el tiempo iban subiendo la musica y bajando las luces, con lo que no apto para todos los públicos, aunque a mí me encantó.

    De como acabó la noche en el Ramses y en que estado es otra historia....

    Ah y todo caminando....cosa rara en madrid.

    Saludos.


    ResponderEliminar
  2. Gracias, Ovetum. Lo mismo para ti, feliz año.
    Tranquilo, ya ves que soy testarudo y, pese a la tecnología y a lo que sea, aquí sigo. Y espero seguir.
    Gracias por comentar tu experiencia por Madrid. Hicimos un recorrido muy parecido esa noche, por lo que leo. Por cierto, aquí tiene perfecta cabida cómo acabó... siempre que quieras y puedas contarlo ;-)
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  3. Unos cuantos años hace ya de mi visita a Taberneros (recomendación de aloque, por cierto).
    Y, si bien por las circunstancias y la compañía la visita se centró en lo sólido, aspecto del que quedamos gratamente satisfechos; recuerdo una carta de vinos hecha con un criterio que me sorprendió mucho: abarcando todas las posibilidades y con precios ajustados. Tanto fue así, que nada más salir de allí llamé por teléfono a nuestro Diletante para comentárselo.

    ResponderEliminar
  4. Pues sí, Compangu, fue la pequeña sorpresa del viaje. Sin muchas expectativas fue redondo en comida, bebida (hay mucho que explorar en ese fondo de bodega) y RCP. No será un gran descubrimiento gastronómico pero sales satisfecho.

    ResponderEliminar
  5. Pues no conocía Albora. Vaya tela que tengan que venir desde Oviedo a enseñarme Madrid. Menos mal que se trata de un gastroerrante...

    Taberneros tampoco lo he visitado, pero sí su hermano mayor, La Gastroteca de Santiago, altamente recomendable.



    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tampoco es tan raro Mariano. Estoy seguro que muchos madrileños o de otros sitios conocen más restaurantes de Oviedo, en el sentido de haber comido en ellos, que yo que vivo aquí. Después de muchos guantazos gastronómicos voy a lo seguro.

      Eliminar
  6. Mariano, pues yo creo que te gustará Álbora. Y Taberneros es muy apañado para "envolver" una de esas botellas fuera de carta con algún plato agradable y en buena compañía. Seguro que reconoces el aire de familia.

    ResponderEliminar
  7. Y es lo bueno de esto, el intercambio. Esa Gastroteca de Santiago no la conozco yo, así que tomo nota.

    ResponderEliminar
  8. Nunca me hablaron demasiado bien de Sacha; en cuanto a lo demás, gracias por compartirlo.

    ovetum, te agradezco en el alma, que todavía veles mi ausencia; así que te recomiendo -¿puede que por segunda vez?;-)-, que te pases por el siguiente blog amigo. Nuestros criterios no podrían estar más próximos; creeme:

    http://golosialimite.blogspot.com.es/

    Un saludín.

    ResponderEliminar
  9. Dani, ya ves que hubo luces y sombras en Sacha. La parte esencial, el condumio, estuvo bien pero fallaron varios elementos accesorios muy importantes. Y el resto, más o menos. Cosas buenas y menos buenas. Pero fue divertido, que también pesa.

    ResponderEliminar