viernes, 8 de marzo de 2013

Camareras

A todos nos gusta contar con profesionales de confianza cuando nos hacen falta, ¿no? Todos queremos que nuestra médica de cabecera nos conozca y nos escuche, o tener un taller fiable para llevar el coche. Alguna vez he escrito en estos foros acerca de vida y sueños, de cómo a mí me tocó quedarme con los segundos y casi renunciar a la primera, y eso lleva a lo de "no tener casa", por así decirlo. Entendedme, no duermo en la calle pero no me espera un lugar acogedor adonde volver o en el que me apetezca refugiarme, así que aquí entra lo de "vivir en los bares", que yo mismo digo sobre mí (y que me dicen algunos). A partir de ahí lo demás es lógico: lo que yo necesito son buenos profesionales de la hostelería. Ahora el título de esta entrada empieza a tener sentido. 

Tengo por costumbre quedarme en las barras, casi siempre solo y a lo mío. En esa situación no es extraño que acabe hablando con el personal de los locales a los que voy bastante, puede ser. Pero todavía faltará camino para que ese trato se convierta en especial, para que se establezca ese círculo de confianza. Será entonces cuando tales personas entren en esa peculiar lista que va creciendo con los años. 

Desde luego, también hay camareros varones en esos sitios y son unos cuantos los que están entre aquellos en los que confío, pero por alguna razón he acabado teniendo más empatía con mujeres en esos mismos puestos, así que quiero dedicarles a ellas estas líneas. Además, aunque esto se me ocurrió hace tiempo y empecé a escribirlo entonces, la casualidad me lleva a publicarlo precisamente hoy y me parece oportuno que sea así, que sea también un reconocimiento, una reivindicación.

El primer paso de esa relación especial va a contestar a algunos que estarán pensando en lo que no es y estarán riéndose ahora mismo. No, lector "ocurrente", respuesta incorrecta, no es mejor esa relación con ellas porque intente ligar. Es el abecé de este trato, no ser un baboso, no ir a molestar a quien ya soporta bastante. Porque el último estadio de ese trato es la complicidad; puede haber más cosas pero ante todo tiene que acabar existiendo ese vínculo, complicidad. Y eso exige confianza y excluye el juego oculto.

Como en cualquier otra relación humana agradable hay cesiones y hay que darse tiempo para conocerse. Tendrán que ir viendo mis manías pero debo dar cancha suficiente para que observen que soy inofensivo, que se pueden tolerar esos caprichos porque yo también voy a comprender muchas cosas de su trabajo y por tanto también voy a ser tolerante. Puede parecer poco pero es mucho para un maniático solitario como yo, queda casi todo en sus manos para que me encuentre a gusto en un local.

Para ponerlo más difícil soy tímido y tengo escasa habilidad social, en la distancia corta pierdo bastante, así que suele ser más mérito suyo que mío conseguir ese ambiente. Entonces, con bastante porcentaje de azar se van tejiendo lazos no visibles, empieza una comunicación, verbal y no verbal, nos vamos fijando a la vez en todo lo de alrededor, en la vida del local, y poco a poco llegamos a un punto de vista común sobre aquello y a un mutuo apoyo por insignificante que sea. Veo sus días malos y me preocupo, igual que ellas también ven los míos y muchas veces consiguen animarme casi sin que se note. Me entero de aperturas y cierres, de cambios, de celebraciones; opino y ofrezco ayuda si puedo, sobre todo, pasiva: no presiono, no molesto, no reprocho porque entiendo lo que pasa allí dentro, en el lado difícil de la barra. Siempre habrá esa sonrisa o ese guiño, incluso cuando no se ven.

En fin, desde hace ya años voy encontrando a mujeres con encanto, con sensibilidad, con capacidad de trabajo, en cuyas manos puedo ponerme sin recelos. Y procuro corresponder porque agradezco de veras que se genere esa atmósfera. Son mis camareras de confianza. Son ya unas cuantas a lo largo de todo este tiempo y creo que no me olvido de ninguna, pero no voy a ser tan poco discreto y no voy a citar ni un nombre. Yo sé quiénes son, las tengo presentes, y creo que ellas también lo saben. Así que estas palabras son para vosotras, para todas. Vosotras lo entenderéis. 

Y en nada me iré precisamente a alguna de mis barras favoritas y otra vez nos encontraremos y ese ambiente acogedor volverá a estar ahí. Gracias.

9 comentarios:

  1. Simplemente matizar, que desde mi humilde punto de vista, Don Jorge gana en las distancias cortas, y más que tímido, yo diría ...

    "PRUDENTE".

    Me gustó mucho el post amigo.

    ResponderEliminar
  2. Que envidia poder escribir asi, da gusto leerte.

    ResponderEliminar
  3. Gracias a ambos, pero yo no diría tanto ;-)

    ResponderEliminar
  4. Interesante reflexión Jorge. Camarero, un trabajo muy jodido y mucho más siendo mujer.

    ResponderEliminar
  5. Esta bien el post, siempre se agradece un toque cercano en los chigres y encontrar el punto medio del cliente y el camarero es algo complicado...muy complicado.

    ResponderEliminar
  6. Cuestión de perseverar, Fartón. En algún sitio me acabarán adoptando como mascota :-))

    ResponderEliminar
  7. Coincido plenamente Jorge. La variedad y calidad de la mercancia es muy importante, Pero si no hay un trato, amable, cercano, familiar, casi intimo, no es lo mismo. Yo personalmente termino cayendome a lo segundo. Brindo por este post - homenaje a tus angeles guardianes. Salud

    ResponderEliminar
  8. Muy animado este blog

    ResponderEliminar