Otro artículo de la serie de recuperados, este, sólo a título de archivo. Dado que fuera de su momento y su contexto pierde casi todo sentido salvo el recuerdo, será una entrada con escasas horas de protagonismo. Hará un paréntesis hasta que mañana, antes de partir hacia algo grande para los que compartimos estas aficiones, deje una entrada de contenido actual.
Las cocinas y los alimentos: gastronomía, ocio y representaciones.
La semana pasada la dediqué a asistir a un curso de verano de la Universidad de Oviedo. Sí, una de esas actividades
que, a estas alturas de mi vida y con mi trayectoria académica ya
cerrada, uno no sabe para qué va a servirle. Pues con las dudas que
pueda suscitar, este curso fue de los pocos que reunió suficiente número
de matriculados para celebrarse. Desconozco las motivaciones de cada
cual para escogerlo pero las mías fueron la pura afición y el interés
por los contenidos del mismo.
Y así, durante cinco días, escuché
en Pola de Laviana a diferentes especialistas, ya que era un curso
organizado desde una perspectiva multidisciplinar, y hubo oportunidad de
abordar aspectos históricos y sociológicos de varios temas. Desde el
concepto de comensalidad se abordó la historia y la historiografía del
hecho gastronómico, el origen de los restaurantes, la modernización de
las cocinas (entiéndase instalaciones), los recetarios, hostelería y
turismo o la publicidad de los alimentos. Hubo un espacio para la
técnica, para visitar el LILA (Laboratorio Interprofesional Lechero y
Agroalimentario de Asturias) y conocer su trabajo. Tuvieron su sesión
los alimentos tradicionales asturianos, su recuperación y la asociación
asturiana de Slow Food.
También se habló de política y economía,
de cómo se organiza y dirige la alimentación desde los distintos poderes
y de cómo lo práctico se entrelaza con algo cultural que va más allá.
En este punto, antes de presentar su ponencia sobre los comedores y
economatos de empresa, tan trascendentes en la Asturias minera, Jorge
Muñiz tuvo un oportuno recuerdo, una dedicatoria a esa minería en lucha,
algo presente e inevitable en el valle en el que estábamos. Nuestra
tierra está condicionada y marcada por esa actividad.
Protagonismo
para la sidra en varias sesiones, que no en vano uno de los directores,
Luis Benito García Álvarez, es especialista en ella y le dedica buena
parte de su actividad investigadora. Su historia, evolución y
perspectivas, y un capítulo propio para la espicha como rito, se
completaron con el detallado repaso al sector sidrero y sus planes
inmediatos a cargo de José María Osoro, muchos años vinculado
profesionalmente y en distintas facetas al mismo.
Hubo tiempo para la proyección de Vatel,
de R. Joffé, como lo hubo para repasar las representaciones artísticas
de lo gastronómico a lo largo de la historia. También para el enfoque
desde la biología, diversidad de alimentos, la dieta, la higiene
alimentaria.
De los referidos recetarios, de su aparición e
importancia, se encargó Eduardo Méndez Riestra, como de los alimentos
tradicionales había hablado Lluis Nel Estrada o como Miguel Loya aportó
el punto de vista práctico del trabajo de un restaurante, aunque se
apoyara en el pretexto de nuestros pescados como producto. Por cierto,
fue el ponente que más participación del público “arrancó”. Os cito
estos nombres porque os pueden ser más familiares como aficionados a la
gastronomía.
Me dejo en el tintero el último día, que tuve que
perderme por acumulación de tareas, porque me esperaba otra visita
interesante para nuestras aficiones comunes. Siento esa ausencia porque
estoy seguro de que también fueron amenas y ricas las exposiciones de
esa jornada.
En fin, ya veis que a veces estos eventos de los que
no se espera mucho vienen cargados de contenidos apreciables. Yo desde
luego le he sacado provecho y parte del mismo se reflejará en próximas
entradas.
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