Viene bien este momento para recuperar otro de los artículos antes perdidos. Con la cosecha nueva ahí, con las notas sobre la presentación de parte de la misma en el texto anterior, volvemos a exponer estas reflexiones y a someterlas, si queréis, a debate.
Esta
entrada será de mayor utilidad para los lectores no asturianos; a los
de aquí o a los visitantes asiduos no hace falta que les cuente lo que
voy a desarrollar en estas líneas, pero me parece bien hacerlo por los
demás, como me parecerá bien el debate si alguien discrepa de mis
opiniones.
1- Qué y por qué
Lo primero
que debemos tener en cuenta es la definición de sidra, una de las
principales bebidas fermentadas de nuestro entorno. Y lo único que hace
falta saber es que es el resultado de la fermentación del zumo de
manzana, así que desde ahora ya pido algo: desterrad la expresión “vino
de manzana” y llamad a la sidra por su nombre. En el caso que nos ocupa,
la asturiana, es de baja graduación, generalmente 6%. Esto tiene su
importancia, como veremos luego.
Esta es una bebida que podemos
encontrar en varios lugares del mundo, en tantos como cultiven manzana
podrían hacerla. Pero yo me voy a centrar en Asturias por dos motivos
principales, porque es mi entorno inmediato y lo que mejor conozco y
porque en ningún otro sitio tiene la significación social que la sidra
tiene aquí, afirmación que puede ser polémica pero que mantendré pese a
quien pese.
Y aquí voy a introducir otra consideración personal
que puede generar discordia. En mi opinión, la sidra se sostiene mucho
más por razones antropológicas que gastronómicas o asimiladas. Es una
bebida que ha evolucionado poco, donde no se han buscado apenas
posibilidades distintas a las más tradicionales. Es una bebida
relativamente simple en su expresión organoléptica. Es incluso una
bebida de elaboración tosca. Y sin embargo es nuestra bebida por
antonomasia, bebida social aunque también hay consumidores solitarios,
asociada a todas nuestras fiestas populares. Cargada de ritos y reglas
no escritas, capaz de pedir extraños comportamientos a sus consumidores
que aceptamos sin rechistar.
Antes de seguir es bueno matizar que
aquí, en Asturias, hay sobre todo tres grandes tipos de sidra. De menor
a mayor impacto, tenemos la llamada de nueva expresión, sidra
filtrada y pensada para consumo en mesa sin escanciado, poco afortunada
en mi opinión. La espumosa, producto con potencial exportador del que
elaboramos unos 35 millones de litros al año. Y por encima de todas, la
sidra natural, que es a la que me refiero en este escrito, de la que
hacemos 45 millones de litros al año y nos bebemos aquí mismo, en “su
casa”, al menos 42. Está claro que, por muchos problemas o limitaciones
que tenga, la sidra reina en su tierra.
2- Cómo y cuándo
Vamos
a detallar algunos ritos peculiares de su consumo, lo que ahorrará más
de un susto al visitante ocasional. Lo primero, el escanciado. En contra
de lo que pueda parecer, no siempre se ha escanciado la sidra, y es
posible encontrar algún bebedor que no lo hace, pero a la mayoría de las
elaboraciones de los últimos años les viene bien esa apertura forzada
de aromas, esa mezcla de materia viva y esa liberación de carbónico que
provoca un buen escanciado. Hay que tener en cuenta que la sidra es
quizá la bebida fermentada más “viva” que conocemos. En la botella
siguen quedando lías activas y el carbónico es muy abundante; la sidra
según se descorcha está un tanto cerrada. Como es bebida de consumo
rápido, sólo el escanciado permite acelerar esas tres fases para que
alcance su punto adecuado al momento. Y ese rito condiciona muchísimo a
los establecimientos. Hace falta personal cualificado -el buen
escanciado requiere mucha práctica- y un local especial, dado que se va a
salpicar bastante (espacio para el servicio, materiales resistentes…).
Segundo
aspecto que sorprende al no conocedor,
la unidad de consumo. La sidra
no se sirve por vasos, se consume por botellas completas.
Y no es raro
que una persona sola consuma una botella, a pesar del carácter social de
esta bebida, muy propicia para el consumo en grupo. ¿Están locos estos
asturianos? Puede que un poco, no diría que no, pero si sumamos el bajo
grado alcohólico, el tamaño de la botella (70 cl.) y que entre lo que se
pierde al escanciar y un poco que se desecha al final del trago hay una
merma perceptible de cantidad ingerida, no es tan salvaje la práctica,
podéis estar tranquilos.
Es momento de hablar del ritmo de
consumo. Pedida una sidra, es decir, una botella, te la abrirán y
servirán un vaso a cada comensal, aunque jamás se oirá la palabra vaso
sino culete o culín, ya que es eso lo que se sirve, una cantidad pequeña
en el fondo del vaso, alto y ancho. A cambio, el bebedor lo ingerirá de
un solo trago (¡cuidado!, hay riesgo de atragantarse si falta
costumbre) y dejará una gota al final, que tirará al suelo por donde ha
bebido. Habrá quien te diga que para limpiar el vaso, pero tiene más de
gesto simbólico, para el que algunos buscarán la explicación en la
devolución a la tierra de parte de sus frutos. Da igual, verás siempre
este gesto entre bebedores de sidra. Eso sí: ya no va al suelo sin más,
sino a escupideras dispuestas en la zona de consumo o a un canal que con
frecuencia ciñe todo el contorno de la barra y que tiene desagüe. La
costumbre actual marca sacar seis culetes de una botella de sidra. El
tiempo entre cada uno es variable, y siempre se debe respetar la
voluntad del consumidor, pero una botella habría de durarle a una
persona tranquilamente cuarenta minutos o algo más, es decir, al menos,
de cinco a siete minutos entre cada trago. Ritmos más acelerados que
este y no pedidos por el cliente deben haceros desconfiar: os quieren
forzar al consumo, además del impacto que tendrá tanto alcohol tomado
tan rápido.
Se
discute a veces sobre la competencia entre vino y sidra. Mi opinión es
que, en Asturias, cada botella de sidra servida es cerveza no vendida;
esta sería su competidora, no el vino. Y lo pienso así porque la función
de ambas es parecidísima y un tanto diferente a la del vino. Es bebida
informal, de consumo espontáneo, no necesariamente asociado a la comida y
con predominio como aperitivo. Es muy fácil ver grupos de gente que
toma unas botellas de sidra primero pero cuando pasa a comer opta por el
vino. En otro lugar podéis sustituir sidra por cerveza y seguro que os
sale un cuadro parecido.
3- Para qué
¿Para
qué la sidra? Nunca hagáis esta pregunta a un asturiano sin estar antes
seguros de que no le gusta. Y hay mucha gente aquí a la que no le
gusta, porque el gusto es libre y por esas razones, pobres razones,
gastronómicas y organolépticas que aporta nuestra bebida típica. Así que
si hacéis cuentas de producción y consumo y si somos menos los
bebedores entre los que hay que repartirla, veréis que son más bien
razones antropológicas las que nos unen a la sidra casi como una
relación de amor, de amor a una tierra a la que puedes querer de muchas
maneras pero también así. Es nuestro producto, es conocido, entrañable, y
es nuestro rito, nuestra fiesta. La queremos y la defendemos incluso
con sus defectos.
En torno a la sidra se mueve una importante
cantidad de actividad económica, directa e indirecta. Y eso a pesar de
haber perdido parte de la industria asociada. Es el tercer subsector
económico agrario, tras la leche y la carne. Sumemos botellas, corchos,
maquinaria de elaboración, cajas de transporte, vasos, etc. Dése
cualquiera una vuelta por poblaciones del centro y centro-oriente de
Asturias y observe cuántos de los establecimientos hosteleros son
sidrerías. ¿Para qué la sidra?
Y si dije más arriba que se apostó
poco por innovar en este mundo, que la calidad tiene sus carencias,
todo esto fue para conformarse con la cantidad, enorme cantidad, y a un
precio modesto aunque casi fijo, indiferente a calidades. Así que,
sabiendo elegir, ya que hay sidras mejores y peores, uno puede beber por
un promedio de 2’40 euros una botella entera de una bebida natural, que
le servirán con un protocolo especial, que contiene una magia y una
alegría escondidas, propias de esta tierra, que es más melancólica que
efusiva hasta que se arranca, por ejemplo, a cantar en torno a unos
culetes. Pocas relaciones entre calidad y precio son tan favorables.
¿Para
qué la sidra? También para discutir. Como bebida popular que es, cada
asturiano cree llevar dentro un crítico al respecto, cree saber cuanto
se puede saber sobre la sidra, en medio de leyendas y tópicos sin
sentido. Por eso escribo también este post, para discutir. Porque sólo
cuando aprecias de verdad a alguien o algo, cuando lo conoces bien, sólo
entonces te animas a criticar a fondo lo que no te gusta. Y como a mí
me gusta mucho esta bebida tan nuestra, aquí estoy con ganas de debatir
lo que os apetezca. Podría extenderme mucho más, y lo haré sin duda en
otras entregas, pero esto sirve como aproximación para los de aquí, para
que me lleven la contraria, y para quien nos visite, por si le intriga
esa extraña bebida envuelta en rituales.
Fulanito, echa otru culín. A vuestra salud.
tas amarrau a Fran como yo a Foncueva!!! Dios que bones son :-)
ResponderEliminarYa sabes, las reglas del barrio ;-) Es raro que falle la que tienen donde yo la tomo, y me gusta su perfil.
ResponderEliminarDisculpad si me retraso con algún comentario, pero ando por Madrid con limitación de medios. Permanezco atento, de todos modos.
ResponderEliminar¡Vaya! Coincidimos en la zona, aunque donde estuve yo dudo que te pudiera ver ni por casualidad... ;-)
EliminarSe os dio bien el otro dia,no?
ResponderEliminaraloque
Muuuuy bien, como ya te habrán contado (espero). Una sesión estupenda, para repetir. Rajamos bien de lo gastro, ahí y aquí, y unos cuantos quedaron emplazados para posibles visitas. Un placer conocer a "la banda", muchas gracias. Algo escribiré, pero tengo lista de espera. Bueno, ya sabes dónde estamos "pa lo que sea" ;-)
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