domingo, 12 de octubre de 2014

Galicia, Santiago, mi casa


Muchas veces asocio mi estilo de vida con que no tengo casa en el sentido de hogar, de sitio que te acoge, donde estás a gusto, con los tuyos. Esa carencia la compenso buscando acomodo en locales públicos que me resulten amables, procurando tener buena relación con quienes los atienden, viajando a lugares que manejo con comodidad, para sentirme en casa, en la casa que no tengo. Y así mi casa estará donde abra la maleta siempre y cuando la abra con confianza. Visto de esta manera, Galicia es cada vez más mi casa.

No me cuesta nada hacer de Santiago esa parada en cuanto tengo algo más de dos días para aposentarme allí y así fue el pasado septiembre, recién estrenado el otoño. Otoño suave, que no quiso lluvia, que regaló todavía un sol tenue, ideal para pasear.

Me sucede muchas veces: planifico el viaje con mucho detalle, pienso dónde ir, dónde comer, dónde beber, a quién puedo ver... y de repente descubro que no he mirado nada de lo que está pasando entonces por allí, de lo que hay de nuevo. Total, que me planté en Santiago en plena Compostela Gastronómica sin saber que era así. 



Aunque casi no participé en actividades programadas me gustó lo que vi desde fuera. El marco del mercado de abastos, el desfile de locales destacados de la ciudad por allí para ofrecer cosas, ponencias sobre distintos temas especializados, etc. Además, varios establecimientos se animaban con sus propias iniciativas y estas figuraban en el programa aunque no fuesen "oficiales". Catas en Vide, vide, Singulario y Gastroteca SCQ son el ejemplo.

El recorrido de comidas pasó por Singulario, Acio y A Tafona, por sus menús, por su excelente oferta a precio contenido que siempre me hace pensar qué pasa en Asturias al respecto. Pasó por las primeras fabas de Lourenzá, por el último bonito y las últimas sardinas, por verduras excelentes, por higos y queso, por muchas delicias. Y hubiera podido sumar otras tantas, que quedaron en el tintero muchas buenas sugerencias. Santiago no defrauda en la mesa. 

El de vinos fue por los alrededores, protagonismo de Galicia, cómo no, pero presencia de Portugal y de Francia. Acompañaron a las comidas cosas bien guardadas, como un mágnum de Zárate Tras da Viña 2004, o apuestas seguras, del buen hacer de Alberto Nanclares. Y el desfile de copas en Singulario, todas interesantes, sin repetir ninguna. 

Y en torno al vino, encuentros y reencuentros, tramas de amistad, hasta decisiones para posteriores viajes y citas. Brindo por quien entiende así esta faceta de nuestra cultura.

Tenía dos deudas gastronómicas pendientes y pude darles solución. La primera, llegar todavía a tiempo al Lagar de Platería, en O Grove, antes del cambio de local y del giro del negocio. Tantas veces cerca sin encontrar el momento de parar allí casi me dejan sin conocer el origen. Espero que tengan suerte con su nuevo proyecto porque pasión por el queso la tienen toda. Un placer la visita.

La segunda era A Despensa do Ribeira, un oasis de vino. Porque en la parte más turística de Cambados, entre tiendas repletas de cuantos tópicos se quieran buscar, sólo unos pasos más allá, discreta, pequeña, acoge en pocos metros muchos de los mejores vinos de Galicia y bastantes más cosas buenas del resto del mundo. Hay que echar un tiempo viendo todo aquello, con cuidado, rodeado de botellas y de tentaciones, que aquí son lo mismo. 


De Santiago han hecho un imán para todo tipo de     personajes, la aglomeración congrega porcentajes      indeterminados de motivaciones, la del que busca magia, la del que consume todo lo que le ponen a su paso, la del que viaja sin más y a quien no le queda más remedio que estar. Se mezclan peregrinos, estudiantes, turistas, vagabundos, músicos callejeros, guías improvisados, los que te asaltan amablemente a la entrada de los locales para que pruebes sus productos... Es la versión urbana de la Galicia mágica de algunas ficciones. Creo que es real, que está allí, lo que no sé es si algunos de sus personajes son reales o son como un fantasma.

Yo, por si acaso, me rodeé de vivos, de aquellos que sostienen con su trabajo los locales que cité, con los que comparto afición. Ellos y dos amigos en especial, compañeros de este vicio de contar lo que disfrutamos (y lo que a veces nos cuesta), José Luis Louzán y Mariano Fisac. Comida -y bebida- en común, proyectos e incluso la visita a Betanzos, a la bodega mínima de Lorenzo Bescansa. Una grata sorpresa, pero de esa hablará Mariano a su debido tiempo, esperemos. 

La noche ya no la vivo como antes, ya no la "trabajo" tanto, me ha pasado ese tiempo. Mas los locales con algo intemporal permiten varias vidas, varias horas, así que no faltó la parada en Casa das Crechas aunque fuera más temprano. Demasiados momentos interesantes allí como para no volver, soy animal de costumbres.

Lo demás, casi como esto, previsible. Compras de vino; cafés o cervezas en los rincones que me aislan más del decorado y me acercan al día a día, aunque nunca sea del todo así; prensa local para comprobar lo poco nuevo que hay bajo su sol... Da lo mismo, no busco nada sorprendente, nada insólito, no lo busco porque estoy en casa, en Galicia.